Para muchos, la palabra meditación sigue teniendo una connotación que se ubica en algún punto entre misticismo y esoterismo, pasando por un simple y llano: no-sé-bien-qué-es-pero-no-es-para-mí.
Si bien, durante los últimos años, con la propagación de prácticas relacionadas a Mindfulness, la meditación ha tenido una mayor difusión y alcance, sigue siendo un concepto poco claro y alejado de la vida cotidiana para un porcentaje importante de la población.
Por eso consideramos útil describir qué es y cómo funciona la meditación en un lenguaje que pueda ser entendido por todo tipo de personas, no importando sus antecedentes ni estilo de vida.
Antes de comenzar, es importante aclarar que este documento no es, ni pretende ser, una guía exhaustiva y profunda sobre la meditación. Es simplemente una primera aproximación para aquellos que nunca han estado expuestos a los pormenores de esta práctica que, aunque milenaria, resulta más actual que nunca, en medio del estresante y ajetreado estilo de vida de la posmodernidad.
Nuestra aspiración es que sirva como un punto de partida para aquellas y aquellos que quieran seguir conociendo herramientas que les permitan cultivar una vida más libre y despierta, para su propio beneficio y el de los demás.
Algunos apuntes sobre la mente
Comencemos con algunos conceptos básicos sobre el funcionamiento de nuestra mente. Entendiendo mente, no como el órgano del cerebro, sino como el producto de procesos que se integran, principalmente en el cerebro, y que dan origen a capacidades como la percepción, el pensamiento y la memoria.
Nuestra mente está diseñada para ayudarnos a sobrevivir. Constantemente está generando pensamientos sobre el pasado y el futuro. Toma nuestra interpretación de las experiencias previas, que pueden ser conscientes o no, y las proyecta hacia adelante por medio de otros pensamientos, construyendo una especie de mapa mental del futuro.
Nuestra mente está diseñada para ayudarnos a sobrevivir,
no para ayudarnos a ser felices
De esta forma, la actividad mental oscila constantemente de un lado para el otro, entre el pasado y el futuro, evaluando y ensayando escenarios para tratar de que nos mantengamos a salvo del peligro.
Cabe destacar que, en la actualidad, la mayoría de nosotros vivimos en entornos con bajo grado de peligro físico. Hoy día, la mayoría del peligro que percibimos es un peligro psicológico, es decir, nuestros miedos se centran más en no ser aceptados, reconocidos, amados…
No obstante, nuestra mente (y cuerpo) no distingue esa diferencia. En todo momento genera pensamientos sobre qué tenemos que decir para que nos vaya bien en esa entrevista; o qué más tengo que hacer para sentir que estoy cumpliendo las expectativas familiares; o repasando, una y otra vez, aquella conversación que no salió como esperábamos, como si con eso pudiéramos cambiar esa escena de nuestro pasado y desaparecer el dolor que nos causó.
En cualquier caso, nuestra mente está incómoda en el momento presente pues siente que no está haciendo su trabajo. Por esta razón, si bien existen pensamientos voluntarios, como el pensar qué me voy a hacer de cenar esta noche, la mayor parte de nuestros pensamientos no lo son.
Pensar es la razón de ser de nuestra mente: pedirle que no piense equivale a pedirle a nuestros ojos que dejen de ver.
Esto es importante entenderlo, pues uno de los mitos más comunes sobre la meditación es creer que meditar consiste en poner la mente en blanco. Como veremos más adelante, nada más alejado de la realidad.
Uno de los mitos más comunes sobre la meditación, es creer que meditar consiste en poner la mente en blanco
El piloto automático
Como nuestra mente tiende a estar constantemente viajando entre el pasado y el futuro, nos hemos acostumbrado a vivir en una especie de realidad virtual. Podemos estar físicamente manejando al trabajo, o preparándonos una taza de café, pero en realidad estamos rebobinando el pasado o ensayando mentalmente nuestro futuro deseado.
En otras palabras: estamos aquí pero no estamos aquí.
Podemos decir entonces, que nos hemos acostumbrado a vivir en piloto automático. Una parte de nosotros se está encargando de que le pongamos pasta al cepillo de dientes sin ensuciarnos el pijama, mientras que con otra nos estamos viendo a nosotros mismos, en una playa del mar Caribe, acostados sobre la arena, escuchando el sonido de las olas del mar.
¿Cuántas veces nos damos cuenta de que en realidad no recordamos nuestro trayecto a casa? O peor aún, ¿Qué no recordamos lo que la persona que tenemos enfrente nos ha estado diciendo durante los últimos quince minutos?
Entonces resulta valioso preguntarnos si, en realidad, estamos viviendo nuestras vidas. Claramente tu corazón está latiendo en este momento. Si no, no podrías estar leyendo estas líneas. Pero no nos referimos a ese tipo de vida. Nos referimos a VIVIR todos los aspectos de nuestra existencia humana.
Te damos algunos ejemplos: ¿Nos podrías decir a que huele el jabón que usaste esta mañana en la ducha? ¿O en qué parte del cuerpo se sintió la mirada de tu hija ayer, al meterla a la cama? ¿O, simplemente, de qué color es el pelo de la persona que te atendió ayer, en la caja del supermercado?
John Lennon dijo: “La vida es eso que te sucede mientras estás ocupado haciendo otros planes”. Esa vida que sólo sucede en el momento presente. Que es frágil y efímera. Esa vida -nuestra vida- con todas sus texturas y matices. Con lo que nos gusta y lo que no nos gusta. Con lo que nos sale bien y lo que no.
Esa vida que, a pesar de todas sus dificultades, es maravillosa e irrepetible. Esa vida que sólo realmente vivimos cuando prestamos atención, y no cuando estamos en piloto automático, viajando en esa especie de realidad virtual que, literalmente, sólo existe dentro de nuestra cabeza.
Ejercitando nuestra mente
La buena noticia es que podemos re-entrenar nuestra mente para darnos cuenta cuando estamos en piloto automático. Porque vale decirlo: todos, absolutamente todos, vamos a quedar atrapados en nuestros pensamientos del pasado y del futuro, en múltiples ocasiones, durante el día.
Lo importante es aprender a darnos cuenta más rápido. De esa forma, podemos “volver” al contacto con nuestras vidas y pasar más tiempo en la realidad, es decir, en el momento presente.
Y es aquí donde la meditación entra a escena. La meditación es el equivalente a un gimnasio para la mente. Es uno de los mecanismos que tenemos a nuestro alcance para ejercitar la capacidad de darnos cuenta de que estamos en piloto automático.
Por supuesto, no se pueden fortalecer los bíceps o tonificar los glúteos, leyendo sobre el tema, sentados en un sillón. Como en todo ejercicio, para tener avances en el fortalecimiento de nuestra mente, no queda otra más que practicar.
La meditación no es una fórmula mágica, o un remedio que desaparecerá todos nuestros problemas. La vida es, y seguirá siendo, impredecible. No todas las cosas salen como queremos. Tarde o temprano nos vamos a enfermar, vamos a tener dificultades, o nos van a romper el corazón.
Lo que sí hace la meditación es ayudarnos a que nos relacionemos de una forma diferente con las experiencias de nuestras vidas; las agradables y las desagradables. Con el tiempo, nos ayuda a que no nos creamos todo lo que nos dice la mente; a que notemos la diferencia entre lo que nos pasa y lo que nos contamos sobre lo que nos pasa. Nos ayuda a disfrutar más las cosas cotidianas; a que reconozcamos que no todo es total y absolutamente bueno, ni total y absolutamente malo.
Todo esto, con práctica y tiempo, nos ayuda a tener una vida más despierta, libre y feliz.
Qué es y cómo funciona la meditación
De una manera general, podemos decir que la meditación es el acto de fijar nuestra atención, de manera deliberada, en alguna sensación presente en nuestro cuerpo, o en algún otro “objeto”, como un mantra, un sonido, etc., y de regresarla a esa misma sensación u “objeto”, cada vez que nos damos cuenta de que nos distrajimos y que nuestra atención se quedó atrapada en algún tipo de pensamiento o divagación.
Como mencionamos anteriormente, la meditación no es poner la mente en blanco, sino un ejercicio de fortalecimiento de la atención, que está disponible para cualquiera, en cualquier momento y lugar.
A nivel cerebral, este ejercicio de fijar la atención fortalece, por un lado, la corteza pre-frontal, que es la encargada de procesar y regular los estímulos relacionados con la supervivencia y las emociones. Una corteza pre-frontal fuerte favorece la estabilidad emocional y la ecuanimidad, entre otras cualidades de una mente sana.
No meditamos para ser mejores meditadores. Meditamos para ser mejores en la vida
Por otro lado, la meditación fortalece también la dupla formada por corteza cingulada anterior y la ínsula, que son las encargadas del “darnos cuenta” cuando nos hemos distraído. Nazareth Castellanos, la distinguida neuro-científica española, llama a estas zonas “el espejo del cerebro”, pues nos permiten notar lo que está sucediendo en nuestra mente. Es decir, nos permiten observarnos a nosotros mismos.
Esta capacidad de auto-observación no nada más resulta útil para darnos cuenta de cuando estamos enganchados o enroscados en algún pensamiento o tomados por alguna emoción, sino que también nos permite observar nuestra actividad mental, aspecto crucial en cualidades como el auto-conocimiento y la introspección.
Beneficios de la meditación
La evidencia científica demuestra que, entre algunos de sus beneficios, la meditación:
- Disminuye el estrés, ansiedad y depresión, generando un mayor sentido de bienestar
- Mejora el sistema inmunológico y disminuye el riesgo de enfermedades cardíacas
- Favorece la regulación y gestión de las emociones, reduciendo la reactividad emocional
- Promueve la concentración, la flexibilidad cognitiva y estimula el pensamiento creativo
- Aumenta el autoconocimiento y genera una mayor sensación de aceptación y compasión hacia nosotros mismos y hacia los demás
Tipos de meditación
Como hemos mencionado, la meditación consiste en fijar nuestra atención, de manera deliberada, en alguna sensación presente en nuestro cuerpo.
Usualmente, se usan las sensaciones que se generan a raíz de la respiración. Pero en realidad puede ser cualquier sensación presente en nuestro cuerpo: el contacto de la piel con la ropa, de los pies con el suelo o, incluso, algún sonido. Lo importante es usar aquella sensación que, ese día, mejor nos funcione a nosotros para estabilizar la atención.
Cuando separamos un tiempo, digamos 15 o 20 minutos, para dedicarlo a entrenar nuestra atención, le llamamos “práctica formal”. Que es lo que comúnmente la gente entiende como meditar.
Sin embargo, si como mencionamos, meditar es el acto de fijar deliberadamente nuestra atención, esto también puede darse mientras nos tomamos un café, y fijamos nuestra atención en el aroma y sabor que proviene de nuestra taza. O cuando escuchamos y observamos al viento que agita las ramas del árbol que está frente a nuestra ventana. O percibimos la suavidad de la espuma del jabón sobre nuestra piel en la ducha…
Cada vez que nos enfocamos con todos nuestros sentidos en aquello que estamos haciendo, estamos meditando.
Normalmente, a este tipo de meditación se le llama “práctica informal”, pero bien podríamos hacer a un lado esta etiqueta y simplemente llamarla “vivir en verdad nuestra vida”, aunque sea por unos instantes, entre distracción y distracción.
De aquí la trascendencia de la meditación para nuestras vidas, pues nos ayuda a expandir cada vez más estos periodos de total inmersión en lo que estamos haciendo, y a darnos cuenta más fácilmente cuando nos hemos quedado atrapados en el diálogo incesante de nuestra mente.
¿Cómo empezar?
La forma más común de empezar a meditar es hacer uso de audios o meditaciones guiadas. Existen una infinidad de aplicaciones, videos en YouTube y páginas de internet en las que podrás encontrar una amplia gama de prácticas.
Es de esperarse que cada plataforma, o cada autor, le de su propio matiz. Algunos pueden parecerte esotéricos, o “cheesy”, mientras que otros pueden resonar con tu estilo o personalidad. Deseamos de corazón que encuentres aquello que te haga sentido y que pueda a ayudarte a hacer de la meditación parte de tu rutina.
Habiendo dicho lo anterior, si bien el uso de los audios o meditaciones guiadas es una forma fácil y práctica de empezar, no sustituye la riqueza de contar con algún maestro o facilitador que pueda acompañarte en el proceso.
Lo importante es practicar, pero hacerlo teniendo el marco teórico en el que se basa y un acompañamiento personalizado maximizará tu aprovechamiento y te facilitará hacer de la meditación, una práctica sostenible en tu vida.
En este sentido, te invitamos a que conozcas nuestro curso online “aprendiendo a meditar” (haz clic aquí), que está diseñado especialmente para principiantes. En éste te acompañaremos, paso a paso, durante 28 días, para que puedas incorporar a tu vida la práctica de meditación.
Durante este programa, estaremos disponibles para ti, vía correo electrónico o WhatsApp, para resolver cualquier duda que te surja y garantizar que puedas aprovechar el programa al máximo.
La frase final
Recuerda que meditar es el equivalente a llevar tu mente al gimnasio, y que puedes hacerlo en cualquier momento y en cualquier lugar.
En sí mismo, es un acto totalmente secular y está científicamente comprobado que empezarás a notar beneficios a partir de aproximadamente 8 semanas de una práctica sostenida. Sólo se necesitan unos cuantos minutos al día.
Si después de haber leído este artículo, consideras que la meditación puede traer beneficios para tu vida, pero piensas que no tienes tiempo para hacerlo, te dejamos con esta frase del maestro Ajahn Chah, que seguramente te hará reflexionar:
“Si tienes tiempo para respirar, tienes tiempo para meditar”
Ajahn chah
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