Auto-conciencia: la primera y mayor responsabilidad del liderazgo

Gracias a los avances en la neurociencia, hoy se sabe que más de la mitad de nuestros pensamientos se generan de manera involuntaria.

Sí, leíste bien. Más de la mitad de lo que piensas no lo haces tú, sino tu mente, actuando de forma autónoma, como parte de la denominada Red Neuronal por Defecto (sobre la cual profundizaremos en otra ocasión).

Y no sólo eso, por si fuera poco, hoy también se sabe que un porcentaje importante de esta actividad mental no necesariamente está sustentada por la realidad. En otras palabras, no todos nuestros pensamientos son ciertos.

Estos pensamientos involuntarios no son sobre lo que nos pasa, sino la historia que nos contamos sobre lo que nos pasa, que es distinto.

El hemisferio izquierdo de nuestro cerebro es un máster para inventarse (de manera literal) toda la información que requiere para darle coherencia a las historias que “nos cuenta”, y que, además, lo hace de una manera que nos resulta magistralmente creíble.

Siendo esto así, ¿porqué asumimos como válido todo lo que pasa por nuestra cabeza?

Nos hemos acostumbrado a identificarnos con nuestros pensamientos. Como si fuéramos una misma cosa. Pero esto no es así.

Hagamos un símil e imaginemos que no tenemos control sobre más de la mitad de los movimientos de nuestro brazo derecho.

¿Los movimientos de este brazo representarían quienes somos?

¿Seríamos responsables de esos movimientos?

La respuesta es no. Pero de lo que sí seríamos responsables es de dónde ponemos el brazo. Por ejemplo, probablemente no sería lo más responsable entrar a una cristalería…

Con la mente pasa igual.

La actividad mental autónoma está y va a seguir estando ahí. No está bajo nuestro control.

Pero lo que sí está bajo nuestro control es lo que hacemos con esa actividad: con los impulsos, los juicios, las proyecciones que se generan en nuestra mente cuando percibimos algún estímulo, interno o externo.

Por ejemplo, cuando vemos, escuchamos o recordamos a alguna persona, dándonos su opinión.

Como líderes, la capacidad de observar esta actividad mental y de decidir conscientemente a qué pensamientos si les hacemos caso y a cuáles no, nos permite tener mejores respuestas a los retos de negocio que se nos presentan todos los días.

Lo que es aún más importante, nos permite no creernos todo lo que pensamos y, con esto, darle el espacio que necesitan todas y todos aquellos que nos rodean.

La capacidad de auto-observación, o auto-conciencia de nosotros como lideres, es vital para generar un clima organizacional que propicie la productividad, a través del aprovechamiento de la autenticidad, sabiduría y creatividad innatas de nuestros colaboradores.

Si no es ésta, ¿cuál es la primera y mayor responsabilidad del liderazgo?